Tomado de Tiempo
"Salimos por el techo del infierno”, dicen reos sobrevivientes de incendio
Postrado en una camilla Víctor Sevilla narró horrorizado cómo salvó su vida la madrugada del miércoles al huir, por los techos, del gigantesco incendio en el penal de Comayagua, donde al menos 272 reos murieron, muchos abrazados a los barrotes de las celdas.
Aterrados por las llamas, los reos –según testimonios– debieron además sortear los disparos al aire de los guardias que al parecer en un primer momento creyeron que se trataba de un intento de fuga de esta prisión del centro de Honduras.
“Fue muy triste, me desperté con el griterío de los compañeros que estaban ya rompiendo el techo de madera y zinc. Salimos y saltamos. Tuvimos que lanzarnos por un muro, los otros estaban muriendo entre las llamas”, dijo Sevilla a la AFP en el hospital de Comayagua, 90 km al norte de Tegucigalpa.
“Un reo encargado de enfermería rompió tres candados y pudo salvar a un montón de gente”, relató Sevilla, de 23 años y condenado a 12 años por homicidio, quien escapó de su celda y de la muerte sólo pagando el precio de una fractura de tobillo.
Al hospital Santa Teresa fue llevada una treintena de sobrevivientes del voraz incendio que consumió casi la mitad de la granja-penal -los reos se dedicaban al cultivo de hortalizas y a la cría de animales- por causas que son investigadas por las autoridades.
El siniestro, que según las autoridades podría haber dejado más de 300 muertos, comenzó a las 22H50 locales del martes (04H50 GMT del miércoles) por causas aún desconocidas, y fue controlado por los bomberos unas tres horas después.
Los reclusos que se salvaron del siniestro relataron escenas dantescas de presos que quedaron calcinados abrazados a los barrotes, sin poder romper los candados de las celdas. “Murieron prendidos en fuego, fue un infierno”, narró uno de los supervivientes, no identificado.
Fabricio Contreras, de 34 años, fue uno de los primeros presos en lograr salir y narró cómo los custodios del penal “dispararon al aire porque pensaban que se trataba de una fuga”
“Estaba durmiendo cuando me desperté por los gritos de mis compañeros, de repente miré las llamas que se levantaban, la gente quería salir por el portón, pero nadie nos abría, levantamos entre todos las láminas del techo y saltamos por el techo, y saltamos un muro”, contó.
“Fue horrible como pedían auxilio de las otras celdas porque se estaban quemando”, añadió Contreras, atendido por una lesión en su pierna derecha y leves quemaduras.
Eberth López, de 29, preso por homicidio, cuenta que fue despertado por un compañero: “Miramos las lenguas de fuego. Todos gritaban pidiendo auxilio, no nos abrían los portones, las llaves no aparecían”, contó a la AFP, aún bajo conmoción.
En las afueras del hospital, en cuya entrada fue colocada una lista con los reclusos internados en el lugar, decenas de personas buscaban desesperadas a sus parientes.
“Mi hijo se asfixió allí. Los guardias no les abrieron la puerta para que murieran quemados. Si hubieran abierto la puerta se hubieran salvado. Había una gran balacera cuando los reos desesperados querían salir”, relató Leónidas Medina, de 69 años.
Unos 300 familiares, entre hombres, mujeres y niños, que clamaban por información de los reclusos en las afueras del penal, se enfrentaron con la policía a pedradas, rompieron el cerco y se agolparon en el patio frontal, pero los agentes, con disparos al aire, lograron luego controlar la situación.
“No le abrían los portones a los bomberos. Cuando querían salir, nadie tenía las llaves de la celda y quedaron quemados en las puertas de la celda”, afirmó Omar Tróchez, de 27 años.
El presidente de Honduras, Porfirio Lobo, anunció este miércoles la separación temporal de las autoridades penitenciarias para garantizar una investigación eficaz de las causas del incendio, que calificó de “lamentable e inaceptable tragedia”.
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