Por: Carlos Jeremías Girón R.
carlosjeremiasg@yahoo.com
Juancito Aldea es un niño, que se sienta sobre un tronco seco en el solar de su vivienda campesina. Sueña en miniatura. Las alas de sus anhelos no le llevan más allá de lo que su pobre familia es: unos sobrevivientes en medio de las actividades cotidianas que no dan riqueza, solo un magro alimento ..., que sirve para eso: sobrevivir.
Él es como millones de niños y niñas. La escuela es un lugar en donde lo poco que les enseñan no le llama la atención porque igual sus abuelos, sus padres, sus tíos y sus hermanos no entienden de que sirve estudiar.
Para halar leña, agua, el almuerzo para su padre o sus hermanos mayores que han ido al “guatal” a trabajar con sus azadones de poco filo, o ir donde don José a cortar café, de poco o nada sirve lo que enseñan en la escuela, donde en días hay clases y otros no.
El maestro o maestra están en huelga, en paro, en sesión informativa, cobrando el sueldo o sencillamente con pereza.
¿Qué mejor que tanta holgazanería para que los días se vayan uno detrás de otro sin que a nadie le importe. Menos a él que ni comprende que el tiempo pasa.
Y es que este niño, como la mayoría de los niños campesinos, sin juegos ni actividades con las que distraerse sencillamente comen, ayudan en lo que los ponen, duermen y remedan las picardías que oyen que hacen sus mayores.
Pero el conocimiento de esta su realidad, eso no es propiedad de su pensamiento. El no lo sabe.
Pero el Sr. Presidente del país tampoco sabe que él existe, sin duda que lo sospecha porque los mencionó en la campaña y después cuando comenzó a regalar pisto para combatir la pobreza.
El Presidente no sabe que los niños, que son y no son el futuro de la patria, (porque solo lo mejor debería de caber en el futuro), solo sobreviven, luchan sin conciencia solo por instinto para llegar a adultos.
Este pobre niño, sentado en el derribado tronco, no sabe que muchos en su nombre hasta hacen llorar a los capitalistas que perdonan deudas al país.
carlosjeremiasg@yahoo.com
Juancito Aldea es un niño, que se sienta sobre un tronco seco en el solar de su vivienda campesina. Sueña en miniatura. Las alas de sus anhelos no le llevan más allá de lo que su pobre familia es: unos sobrevivientes en medio de las actividades cotidianas que no dan riqueza, solo un magro alimento ..., que sirve para eso: sobrevivir.
Él es como millones de niños y niñas. La escuela es un lugar en donde lo poco que les enseñan no le llama la atención porque igual sus abuelos, sus padres, sus tíos y sus hermanos no entienden de que sirve estudiar.
Para halar leña, agua, el almuerzo para su padre o sus hermanos mayores que han ido al “guatal” a trabajar con sus azadones de poco filo, o ir donde don José a cortar café, de poco o nada sirve lo que enseñan en la escuela, donde en días hay clases y otros no.
El maestro o maestra están en huelga, en paro, en sesión informativa, cobrando el sueldo o sencillamente con pereza.
¿Qué mejor que tanta holgazanería para que los días se vayan uno detrás de otro sin que a nadie le importe. Menos a él que ni comprende que el tiempo pasa.
Y es que este niño, como la mayoría de los niños campesinos, sin juegos ni actividades con las que distraerse sencillamente comen, ayudan en lo que los ponen, duermen y remedan las picardías que oyen que hacen sus mayores.
Pero el conocimiento de esta su realidad, eso no es propiedad de su pensamiento. El no lo sabe.
Pero el Sr. Presidente del país tampoco sabe que él existe, sin duda que lo sospecha porque los mencionó en la campaña y después cuando comenzó a regalar pisto para combatir la pobreza.
El Presidente no sabe que los niños, que son y no son el futuro de la patria, (porque solo lo mejor debería de caber en el futuro), solo sobreviven, luchan sin conciencia solo por instinto para llegar a adultos.
Este pobre niño, sentado en el derribado tronco, no sabe que muchos en su nombre hasta hacen llorar a los capitalistas que perdonan deudas al país.
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