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6/10/11

Hernán Cortés y la muerte de su esposa


Retrato de Hernán Cortés

Cuando Catalina Juárez salió de Granada con destino al Nuevo Mundo buscando casarse con algún hombre rico que le aportara posición económica y social, poco podía imaginar que su nombre quedaría ligado al de uno de los más grandes conquistadores españoles: Hernán Cortés. Pero aún menos hubiera creído que su final sería tan trágico y a una edad tan temprana.
Aquella noche se celebró un banquete al que asistían los más allegados del matrimonio Cortés. Bien conocido de todos era el carácter irascible y violento del conquistador, así como las continuas discusiones conyugales entre Hernán Cortés y Catalina Juárez, muchas de las cuales habían acabado en maltrato físico por parte de él. También eran bien conocidas sus infidelidades de las que incluso se vanagloriaba demostrando así su reputación de mujeriego.
Llevaba cinco años de matrimonio cuando tras la sangrienta conquista del Yucatán conoció a la que sería su más célebre amante: Malinche.
Aún con su esposa, Catalina, y su amante, Malinche, a quien no se molestaba en ocultar, Hernán Cortés seguía manteniendo otras relaciones con nativas.
Tras el banquete, celebrado en la casa de los Cortés en Coyoacán (México), Catalina discutió agriamente con Francisco de Solís, capitán de los soldados de Cortés, y finalmente acabó en una disputa verbal con su marido. Cuenta la Historia que Catalina le espetó ante todos: “yo os prometo que antes de muchos días haré de manera que no tenga nadie que entender con lo mío”, refiriéndose a su marido. Éste, rápidamente, le replicó también ante todos haciendo un juego de palabras: “con lo vuestro, señora, yo no quiero nada”.
Aquella noche del 1 de noviembre de 1522, Catalina fue encontrada muerta en su propia cama con “los ojos abiertos y tiesos, salidos de fuera, como persona ahogada; los labios gruesos y negros y dos espumarajos en la boca, una gota de sangre en la toca sobre la frente“, según la versión dada en el juicio por su principal doncella. Junto a la cama estaban las cuentas esparcidas de un collar de perlas con el que presuntamente había sido estrangulada. Fueron varias las doncellas y otras personas que testificaron lo mismo; sin embargo, el juicio, convocado años después contra Hernán Cortés por el asesinato de su esposa adoleció de múltiples irregularidades.
Hubo declaraciones incongruentes: testigo que se desdecían de sus declaraciones iniciales,  tampoco hubo médico que certificase la muerte de Catalina ni la causa por la que murió. Catalina Juárez fue enterrada rápidamente por orden de su marido… y, por otro lado, estaba la posición social y económica de Hernán Cortés, así como su fuerte influencia en los altos estamentos.
Era una época difícil, y aunque tampoco es que estuviera bien visto el maltrato físico, lo cierto es que tampoco estaba castigada la violencia doméstica y el pegar a una mujer era, desgraciadamente, algo harto habitual.
Todo ello hizo que finalmente el caso, a base de dilaciones y retrasos, acabara cayendo en el olvido, y que Hernán Cortés pasara a la historia como uno de los más grandes conquistadores que ha tenido España.

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