Mauricio hacía de conductor de lanchas. Nelson se internó en lo más profundo de la selva. Freddy, se hizo pasar por campesino. Y Liliana, la esposa ficticia de Freddy, servía tragos en el salón local.
Los cuatro eran agentes de inteligencia altamente capacitados, enviados a infiltrarse en una de las organizaciones terroristas más despiadadas del mundo. Por primera vez, los cuatro cuentan sus historias en un documental de 80 minutos que se estrenó a fines del mes pasado en la red de televisión, Univisión TV. Desde entonces ya ha sido visto por millones de personas en las Américas.
“Infiltrados” es una mirada intensamente personal del modo en que la policía nacional colombiana y su división de inteligencia, la DIPOL [Dirección de Inteligencia de la Policía Nacional] llevaron a cabo misiones secretas que les permitieron eliminar a dos de los líderes más importantes de las FARC [Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia].
El primer operativo, llamado ‘Operación Fénix’, se llevó a cabo en marzo de 2008 en Ecuador, justo en la frontera con Colombia, y terminó con la vida del segundo al mando de las FARC, Raúl Reyes. El segundo operativo, llamado ‘Operación Sodoma’, tuvo lugar en septiembre de 2010 en un campamento guerrillero a 240 km al sudoeste de Bogotá, donde se logró abatir al comandante del poderoso Bloque Oriental de las FARC, Víctor Julio Suárez Rojas, alias “Mono Jojoy.”
“Infiltrados” con sus imágenes reales bajo circunstancias de gran peligro, es también una historia de interés humano que le llevó al escritor y director colombiano Juan Rendón un año de recopilar. Según Rendón su último trabajo retrata el éxito de la policía y las fuerzas armadas colombianas, y de los “valientes hombres y mujeres infiltrados” que se arriesgaron por el bien de su país.
“Mi documental intenta demostrar que la inteligencia se base en la gente y en las relaciones humanas”, expresó a Diálogo el realizador, de 35 años, al finalizar la proyección del documental. “Así se hizo siempre y así se seguirá haciendo: hay que ganarse la confianza del enemigo. No creo que aquí se revelen secretos tácticos, nada que pueda arruinar los próximos operativos, excepto el modo en que se construyen estas relaciones personales”.
Desde 1996, explica el narrador del film, los terroristas de las FARC han secuestrado a más de 700 personas. El gobierno de EE.UU., sostiene que en la actualidad los rebeldes exportan el 60% de la cocaína que llega a ese país, y que con la ayuda de los cárteles mexicanos, obtienen entre $500 y $600 millones de ganancias anuales con la exportación de la droga.
Aún antes de los operativos ‘Fénix’ y ‘Sodoma’, Raúl Reyes y el Mono Jojoy estaban escondidos en el medio de una zona selvática tan densa que ni siquiera las imágenes satelitales podían penetrar en ella.
Douglas Farah, un colega del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos, dijo que Colombia comenzó a utilizar agentes de inteligencia para infiltrarse en los altos mandos de las FARC hacia fines de la década de 1990, cuando era evidente que el país estaba a punto de convertirse en una “narco-democracia”.
“Este documental pone un rostro humano a varias personas que hicieron su trabajo corriendo un alto riesgo personal”, destacó Farah, experiodista del Washington Post que escribió dos libros sobre el narcotráfico. “Colombia tiene mucho que enseñarnos. Se ha convertido en líder en el campo de la inteligencia humana. La policía, las fuerzas armadas y la dirigencia política pudieron trabajar juntos en Colombia en pos de una meta en común. Y con el tiempo, Colombia atravesó una profunda transformación desde el borde de la catástrofe al crecimiento económico y la prosperidad”.
Narrado por los informativistas de ‘Univisión News’, María Elena Salinas (en inglés) y Jorge Ramos (en español), “Infiltrados” incluye entrevistas, tanto con el presidente Juan Manuel Santos, quien se desempeñaba como ministro de Defensa al momento de los operativos, como con el general Oscar Naranjo, director general de la Policía Nacional Colombiana y fundador de la DIPOL.
“Nos dimos cuenta de que había una gran desconfianza entre las fuerzas de operaciones y de inteligencia”, contó Santos al periodista. “¿Por qué? Porque la inteligencia no era muy buena, porque cada agencia de inteligencia realizaba sus propias investigaciones pero no la compartían. La clave fue reunir a todas las agencias para que trabajen como una sola entidad. Así fue que la inteligencia pasó a ser confiable, las distintas fuerzas de seguridad comenzaron a trabajar en conjunto, y entonces les fue posible comenzar a dar golpes certeros a las FARC”.
“Era absolutamente esencial que la guerra contra las drogas siguiera dos caminos: el judicial, donde cada acción requiere la autoridad de un fiscal de distrito o de los jueces, y el de la inteligencia, donde se pueden tomar acciones que permiten el uso de técnicas y medios no tradicionales para penetrar en lo más profundo del crimen organizado”, añadió Naranjo.
En el documental, los espías de la DIPOL, cuyos nombres fueron cambiados para proteger su identidad, explican cómo pasaron entre dos y cinco años en la zona, reuniendo información sobre los detalles más triviales, y luego haciendo llegar esta información a los superiores a través de varios métodos. La razón era que los agentes de la DIPOL primero tenían que identificar y ubicar a los líderes a los que debían marcar, antes de que se envíen aviones de combate a bombardear los objetivos, o comandos a tomar por asalto los campamentos donde se escondían los líderes de las FARC.
Nelson, por ejemplo, se hizo pasar por vendedor local, y vendía artículos para el hogar como ollas y sartenes, para reunir información sobre el campamento en la selva del Mono Jojoy. Un buen día, tras meses de espera, un cliente pidió una gran cantidad de toallas de algodón, luego pasta de dientes, desodorante, champú, jabón e hilo dental.
El agente de inteligencia supo que algo se estaba tramando, y un día decidió sumarse al grupo guerrillero. Se le dio un rifle de asalto Galil, pero aunque conocía bien como armar y desarmar un arma de este tipo con los ojos cerrados, tuvo que simular que nunca antes había visto un rifle. No obstante, su fervor ideológico lo llevó a granjearse el cariño del jefe local de las FARC, y gradualmente fue ascendiendo en las filas hasta llegar a convertirse en un lugarteniente de confianza.
Mauricio, otro de los agentes, tenía la orden de seducir a la hermana de un comandante guerrillero para obtener información referida a él. Pero la misión casi falla cuando le fue casi imposible soportar el hedor y el mal aliento de la muchacha; debió emborracharse para poder seducirla y acercarse a ella.
El tercer agente, Freddy, viajó a la lejana frontera entre Colombia y Ecuador, principalmente para diseñar las bases para el operativo que posteriormente asesinaría a Reyes, principal representante de las FARC a nivel internacional. Se hizo pasar por primo lejano de un productor rural de la zona con tierras cerca de la frontera. Viajando en lanchas pequeñas aguas arriba y aguas abajo del Río Asís, pudo desarrollar contactos personales con los guerrilleros. Se comunicaba a través de cajas escondidas, donde dejaba notas cuando era necesario ponerse en contacto con sus superiores.
Luego se unió a un club de fútbol local como forma de integrarse con la gente del lugar. Cada tanto, pedía permiso al comandante local de las FARC para que le permita llevar consigo a su “esposa” Liliana. Ambos hasta habían simulado una luna de miel en Cartagena para hacer su historia creíble. Liliana, que se convirtió en camarera, llevaba oculto un teléfono satelital en su equipaje, así como una radio de onda corta para escuchar mensajes cifrados. La falsa pareja terminó pasando allí tres años como agentes infiltrados, en un esfuerzo que permitió terminar con la vida de Reyes.
Rendón, nacido en Cali, con un título universitario en economía y artes visuales de la Universidad de Duke de Carolina del Norte, dijo que la idea de “Infiltrados” surgió mientras escribía y producía un documental anterior para National Geographic. Aquel documental, “Operación Jaque” narraba la historia del arriesgado rescate de Ingrid Betancourt y otros catorce rehenes de las FARC.
“Después de entrevistar a todos los involucrados, desde el presidente hacia abajo, comencé a interesarme especialmente por los agentes que debieron infiltrarse como parte de la misión humanitaria de trasladar rehenes de un campamento a otro. Sus historias nunca habían sido contadas”, destacó.
Rendón señaló que su equipo no recibió ayuda económica del gobierno del Colombia para la realización de “Infiltrados”, sino que fue financiado en su totalidad por la cadena Univisión.
“Afortunadamente, la Policía Nacional aceptó hablar con nosotros sobre estos cuatro agentes en particular. Me concedieron dos horas con ellos para que cuenten sus historias. Los entrevisté en el Edificio de Inteligencia en Bogotá”, explicó. “Pienso que mi mayor desafío era cómo crear historias contadas por personas cuyas caras no pueden mostrarse, cuyas voces deben ser modificadas. La respuesta a eso fue la animación. Los entrevistamos con una pantalla verde detrás y creamos un entorno animado que representaba su parte de la historia”.
Además de los recuerdos de los agentes, la película de Rendón también muestra a los guerrilleros de las FARC dando su opinión respecto de diversos temas, desde la ideología hasta las arduas condiciones de vida en la selva tropical. Pero el director no realizó personalmente esas entrevistas.
“Un corresponsal especial de Univisión, Karl Penhaul, pasó una semana con esta columna móvil de las FARC y obtuvo las entrevistas”, añadió. “Le permitieron ingresar con una cámara. No había nada oculto”.
Uno de esos guerrilleros, Jagwin, comandante de una unidad móvil de las FARC, explicó ante cámaras cómo sus hombres son capaces de evitar ser detectados desde el cielo por los aviones colombianos y helicópteros y cómo sobrevivir. Dijo que cada vez que sus campamentos en la selva son bombardeados, se esconden en las trincheras y, cuando las bombas dejan de caer y escuchan fuego de ametralladoras, salen disparando en todas direcciones. Y a menos que escuchen una orden, continúan luchando y creyendo en la causa.
Cuando Jagwin supo de la muerte de Mono Jojoy, dijo que sus hombres continuarían haciendo lo que se les enseñó y actuarían de la manera en que su líder hubiese querido que se comportaran. Jagwin fue asesinado en abril de 2011 en un tiroteo con la armada colombiana.
Entre tanto, los exagentes de la DIPOL siguen adelante con sus vidas, si bien han tenido que readaptarse a una sociedad normal, lo que no siempre les ha sido fácil.
Liliana, que padece una sordera parcial como resultado de una infección que contrajo durante su misión en la selva, contó al periodista que ahora se encuentra en un programa de reinserción y que nunca volverá a trabajar como agente infiltrado.
“Temo que un día me cruce en la calle con alguno de los guerrilleros con los que estuve”, comentó la exespía, y señaló que una de las cosas más arduas acerca de la vida en la ciudad, es la de dormir en una cama normal y mullida, después de tantos años de privaciones. “Pero mirando hacia atrás, todo valió la pena. Habría hecho cualquier sacrificio”.
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