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27/1/12

Así recuerdo al hermano Pablo, que ha partido hacia El Padre hoy 27/01/1012

                                                   El Hermano Pablo y su esposa Linda
En 1969 conocí al Hermano Pablo aquí en Santa Rosa de Copán durante una visita en que predicó ante una buena cantidad de Protestantes o Evangélicos en los salones de la Sociedad Copaneca de Obreros. Su intervención fue transmitida a control remoto por La Voz de Occidente y me tocó hacer ese trabajo.
Fue entonces que lo invité a mi programa de música juvenil que se transmitía por Radio Copán (no Stereo Copán sino la que operaba en AM y pertenecía a la misma empresa que La Voz de Occidente, Radio Cadena Occidental).
Una vez en la cabina comenzamos un diálogo más histórico que evangelizador, pero entonces ocurrió un corte de energía eléctrica que nos sacó por unos segundos del aire, al regresar y una vez presentadas mis disculpas por la interrupción, el Hermano Pablo se refirió al incidente creando un parangón de lo imprevisible que había sido el apagón y su similitud del llamado al más allá de Dios al enviarnos la muerte y de allí la importancia de mantenerse a cuenta con Dios.
Volvimos a vernos en San Pedro Sula cuando fue traído por la Iglesia Evangélica y Reformada y recordamos el incidente y mi negativa en aquel entonces de trabajar en su Ministerio que ya estaba en Costamesa, California en la producción de Un Mensaje a la Conciencia, cuya producción inició en El Salvador.
Originalmente el programa era de 15 minutos y su audiencia no era tan grande, por lo que el dueño de la emisora pensó en cancelar su transmisión, pero en una forma de decepcionarlo le limitó el espacio a 5 minutos.
Relataba el Hermano Pablo que en un principio se sintió mal por lo sucedido y se dedicó a un tiempo de oración al término del cual recibió la inspiración de crear el formato que resultó agradable a los oyentes convirtiéndose en un programa que con facilidad comenzaron a programar otras emisoras.
La característica de este predicador  es que no usaba citas bíblicas en sus predicas, si no relatos de incidentes comunes y corrientes que luego eran aplicados a la vida del hombre y su parecido en acción a lo que debe ser un verdadero cristiano en su comportamiento frente a la vida.
Al conocer la muerte del Hermano Pablo, sentimos su desaparición por cuanto se ha callado aquella voz que irradiaba calidez, ternura y el sonido de la voz del consejo... Descanse en Paz el Hermano Pablo.
Este es su último mensaje publicado este día de su muerte en su sitio Conciencia.Net:


27 ene 2012imprimir
«LA PESTE ROSA»
por el Hermano Pablo

Era un billete de cien dólares. Un billete nuevo, legítimo, que pasó de la mano de Eduardo Hasse Artog, ciudadano suizo, a la de una atractiva joven de Cajamarca, Perú. Un trato común callejero. Un negocio que suele hacerse en ciertas zonas de la ciudad. Relaciones sexuales por dinero, dinero por relaciones sexuales.
Pero algo más le pasó ese día el ciudadano suizo de treinta y dos años a la bella joven de Cajamarca. Le transmitió el temible, implacable y mortal virus del SIDA. El hombre, aquejado de violentos dolores estomacales, ingresó en una clínica poco después y, al hacerse los análisis, descubrieron el mal. Los diarios de Lima comentaban: «La Peste Rosa llegó a Cajamarca.»
Parece que las enfermedades tienen colores. Famosa es en los anales de Europa «la peste negra», que en el siglo catorce mató a la tercera parte de los habitantes de ese continente. Hizo estragos también «la peste roja», caracterizada por manchas rojizas en la piel. Conocemos además «la peste blanca», nombre que le dieron los polinesios a la sífilis, que fue llevada a sus islas paradisíacas por los blancos. Y también sabemos de la escarlatina, llamada así por el escarlata de la piel del enfermo. Ahora ha hecho su aparición, en este arco iris pavoroso, el SIDA, «la peste rosa».
El mundo está preñado de dolor, de agonía, de enfermedad, de peste, de destrucción y de muerte. ¿Habrá algo que pueda librarnos de esta pavorosa condición en la que vivimos? No parece haber solución humana que se vislumbre. Parece más bien que todo va de mal en peor. Y sin embargo hay esperanza en dos sentidos.
En el sentido individual, podemos estar en este mundo sin que nos contamine. Podemos estar en medio de la maleza moral sin contagiarnos ella. El que tiene a Jesucristo en su corazón tiene una salud espiritual maravillosa, que lo acompaña en las luchas de esta vida.
En el sentido colectivo, Cristo viene otra vez a esta tierra para establecer su reino de paz y bienestar. Si le entregamos nuestra vida, tendremos paz en este mundo y esperanza de salud eterna en su reino venidero.

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