Cabecera del blog diseñada por McDonald

27/1/12

El inframundo maya

Los antiguos mayas ubicaban en el agua el origen de la vida, de ahí que cenotes y cuevas sumergidas jugaran un papel relevante en su cosmogonía, tan ventilada en estos días por las supuestas predicciones del fin del mundo para el 21 de diciembre
El inframundo, el mundo inferior, el subterráneo, el que está ahí y pasa inadvertido para muchos, es en el que los mayas centraron su universo.
Cenotes y cuevas sumergidas, vistos como un solo concepto, fueron parte medular de esta cultura, que dejó en esos espacios testimonios de su importancia, que hoy, a la distancia de varios siglos, siguen dando de qué hablar. Prueba de ellos son los resultados de las investigaciones de Guillermo de Anda Alanís, arqueólogo especialista en osteología. Muchos años de investigación como arqueólogo subacuático, de indagar en libros para hallar un camino donde comenzar el proceso han rendido frutos; en las profundidades de cenotes y cavernas y en alianza con otros profesionales ha deshecho mitos relacionados con los ritos mayas y descubierto indicios de otras prácticas y ofrendas, y de condiciones ambientales distintas a las pensadas.
El inframundo ha sido durante muchos años la línea de trabajo de este profesional, que recuerda que cenotes y cavernas representan una parte sustancial del universo maya, pues es ahí donde la antigua civilización creía que la vida surgía y se regeneraba.
Guillermo, profesor investigador, maestro en Antropología Esquelética y aspirante a doctor en Estudios Mesoamericanos por la UNAM, dice que en el "Popol Vuh" se narra una historia que da cuenta de esto: unos hermanos gemelos bajan a las profundidades y retan a los dioses del inframundo, al ser derrotados son sacrificados; años más tarde, sus hijos deciden bajar también para vengar la muerte de sus padres, pero se dejan derrotar y sacrificar para ser parte del proceso de resurrección, primero renacen en peces y luego en humanos para salir al mundo exterior y convertirse posteriormente en el Sol y la Luna.
La historia confirma la importancia ritual y mítica, asociada con el origen de la vida, que tenían cenotes y cavernas.

Estudio de huesos

Al adentrarse en el estudio del inframundo maya, Guillermo de Anda se dio cuenta que entre las fuentes históricas, aunque se reconoce a los cenotes como sitios sagrados, poderosos y simbólicos, en realidad hay pocas investigaciones serias sobre el tema. De ahí que comenzara un trabajo que le llevó a analizar los huesos hallados en el cenote de Chichén Itzá y que eran resguardados por el Museo Nacional de Antropología, en la ciudad de México. Fue una labor en la que invirtió tres años y le ganó una mención honorífica en el Premio de Antropología del INAH: consistió en la elaboración, a partir de los restos, del perfil biográfico de 60 individuos, en los que determinó la edad, el sexo y el estado de salud al momento de morir.
¿Para qué? El objetivo era saber si, como se pensaba, la mayor parte de los sacrificios humanos entre los antiguos mayas era de doncellas. Con el estudio deshizo esa idea, pues encontró que el 80% de los restos procedentes del cenote de Chichén Itzá era de niños y muchos tenían marcas de cortes y evidencia de que habían sido expuestos al calor, lo que confirma que fueron objeto de un ritual.
Guillermo ha tomado como guía de sus exploraciones en cenotes y cavernas sumergidas un libro que data de la década de 1930 en el que se narran los sacrificios que los mayas realizaban aun en la época en que los españoles ya tenían presencia en la Península. En el texto se habla de la existencia de sociedades secretas que en la clandestinidad continuaban las prácticas religiosas indígenas en el siglo XVI.
Los atrios de las iglesias eran algunos de los sitios donde se llevaban al cabo los ritos, debido a que los mayas las veían como los lugares donde antes estuvieron sus templos o que se habían levantado con las piedras de sus construcciones que los conquistadores destruyeron.
En el libro se indica que los mayas usaban a niños para practicar sacrificios humanos y salían de sus comunidades para arrojar los restos en los cenotes de los alrededores de la población, es decir, preferían desplazarse hasta 20 kilómetros, una distancia considerable para cubrirse a pie, cargando los restos humanos que tirarlos en algún cenote cercano.
Se menciona a Homún, Huhí, Sotuta, Hocabá y Kantunil como las poblaciones donde tenían lugar esas prácticas. En los cenotes de esas comunidades se ha hallado cerámica del período Clásico e incluso del Preclásico, así como restos humanos y ofrendas.
De 2001 a la fecha Guillermo de Anda, junto con un equipo de colaboradores, ha explorado 60 cenotes. Un trabajo nada sencillo, pues lo primero que se debe hacer es un plano del lugar, seguido del estudio y la interpretación de los hallazgos antes de que se registre cualquier manipulación del área, es decir, recabar la información en el contexto fidedigno en que fue encontrada y sin mover nada de su lugar. El experto asegura que normalmente no tocan nada de los sitios, sino que sólo estudian el área, y si hay necesidad de extraer algo para su análisis se pide permiso para hacerlo.
Los estudios han arrojado otros datos de interés, como el hecho de que no todos los sacrificados en las ceremonias eran arrojados a los cenotes ni los restos hallados en estos sitios corresponden exclusivamente a personas muertas en este contexto, pues se han descubierto depósitos de huesos que son resultado de rituales funerarios.
Por ejemplo, entre los huesos del cenote de Chichén Itzá hay algunos que tienen huellas de raíces, las cuales sólo pueden aparecer cuando se ha hecho un entierro en la superficie. Esto significa que los mayas hacían inhumaciones de cadáveres que después arrojaban a los cenotes.
También se han hallado depósitos de huesos que parecen colocados de manera ordenada, es decir, no arrojados, lo que hace pensar que los antiguos pobladores pudieron sumergirse para ponerlos en esos lugares.
Aunque son sitios profundos a los que resultaría difícil llegar a un ser humano sin apoyo de un tanque de oxígeno, las investigaciones documentales refieren una importante escasez de agua en la zona en los siglos IX y X, de manera que es posible que los niveles de agua en los cenotes de la época hayan bajado lo suficiente como para que los mayas hicieran sin problemas el depósito de restos u ofrendas funerarias y pidieran a los dioses estabilidad climática.
Respecto a la idea de que los mayas predijeron el fin del mundo para el 21 de diciembre de 2012, Guillermo de Anda recuerda que la antigua civilización tenía un pensamiento cíclico y, por tanto, esa fecha no es cataclítica sino que marca la conclusión de un período que para los mayas de ese momento era muy lejano. Los mayas, enfatiza, usaban muchas metáforas, pero en ningún códice o estela hablan o mencionan al fin de mundo.-

No hay comentarios:

Publicar un comentario