Menuda, elegante, politóloga experta en temas de seguridad y conservadora. Así presentan muchos perfiles a Laura Chinchilla, la primera presidenta de Costa Rica. Esta mujer de 51 años e hija de un general de ese país, se convirtió así en la tercera presidenta, después de Violeta Chamorro (Nicaragua) y Mireya Moscoso (Panamá).
Su carrera política, que comenzó a forjarse a partir de sus estudios en Políticas Públicas, desarrollados en la Universidad de Georgetown (EEUU), comenzó a tomar notoriedad entre 1994 y 1996, en el gobierno del entonces presidente José María Figueres. Allí fue viceministra de Seguridad Pública y luego, entre 1996 y 1998, dirigió esa repartición del gobierno.
Entre los años 2002 y 2006 fue diputada, y en el gobierno de Oscar Arias, su predecesor, ocupó la primera vicepresidencia y el ministerio de Justicia. En octubre de 2008 renunció a esa posición para iniciar la lucha por su postulación.
Con una mente “ordenada, da la impresión de ser fría y distante, aunque en confianza es calurosa y agradable”, afirmó Kevin Casas, quien ocupara la segunda vicepresidencia en el gobierno de Arias, a la agencia AFP.
“Siento que a veces se reprime mucho para mantener su imagen”, comentó también sobre ella su amigo cercano, el ministro de Educación Leonardo Garnier, en referencia a la imagen poco expresiva que ella muestra ante las cámaras de televisión.
Tras divorciarse en el año 1985, Laura Chinchilla vivió en unión libre durante cinco años con quien ahora es su esposo, el especialista en derecho penal español José María Rico, que es 25 años mayor que ella. De este matrimonio es su único hijo, José María, de 13 años.
Según se comentó al momento de su asunción, sus oponentes la acusaron varias veces de ser un títere de Arias, pero en poco tiempo ha probado tener el respaldo de los poderosos sectores económicos a los que estaba asociado su predecesor. Además, Chinchilla puede jactarse también de haber demostrado un perfil alto, que le ha generado muchos votos en el público femenino y también el joven, que optaron por ella deseosos de encontrarse con un cambio importante en la política de ese país.
Al triunfar, reconoció que una de sus principales luchas será contra el tráfico de drogas, un flagelo que genera buena parte de la delincuencia en ese país. “El narcotráfico es la principal amenaza que se cierne sobre nuestro país; es el peor cáncer que he visto, y creo que será en Centroamérica donde se libre la última batalla contra las bandas criminales”, dijo Chinchilla.
“Existe la necesidad de tener una agenda en donde se reflejen las preocupaciones y prioridades de las mujeres. De ahí que nos hayamos comprometido en temas como combatir la discriminación que sufren las mujeres en el trabajo (…), así como seguir combatiendo la violencia de género”, reconoció al poco tiempo de asumir.