Por Alberto Salazar / Fotos: Marta Llanes de Prensa Latina Comen algo muy ligero al amanecer y no prueban bocado ni toman agua hasta la salida de la luna; en sus vestidos predominan el rojo, el anaranjado y el dorado porque son colores auspiciosos; llevan manos y pies tatuados con henna, un tinte natural de color rojizo que según creen fortalece los lazos conyugales. A media tarde se reúnen en la casa de alguna de ellas o un centro comunitario, se sientan en círculo sobre el suelo, encienden unas pequeñas lámparas de aceite y cantan o recitan ancestrales historias sobre esforzadas mujeres que sacrificaron sus vidas para salvar a sus esposos. Mientras lo hacen, se van pasando de mano en mano los platillos que prepararon la víspera. Están convencidas de que las buenas vibras de cada una se transmitirán a los pastelillos y dulces que yacen bajo las finas servilletas. Cayendo el sol, se despiden con mil buenos deseos para sus familias y parten de regreso a sus hogares, débiles por el ayuno, pero esperanzadas en que la ceremonia que acaban de cumplir se traducirá en más salud para sus esposos y en el fortalecimiento del amor, el afecto y el respeto entre la pareja. A la salida de la luna, reciben de mano de sus maridos los alimentos que antes glorificaron sus vecinas y amigas: es octubre y, como cada año, las mujeres hindúes y sijs del norte de la India han celebrado el Karva Chauth, una tradición cuyos orígenes se pierden en la bruma de los tiempos, pero no de sus memorias. |
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1/11/11
Karva Chauth: hindúes ayunan por salud de sus esposos
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