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2/11/11

..La verdadera “cruda” o "goma" llega después de los 35


Ninguno de los cuatro tiene más de 15 años. Sus sonrisas todavía conservan cierto aire infantil, aunque se empeñen en borrar cualquier cosa que los muestre como inexpertos, como niños, sobre todo ahora que hablan de alcohol. Es viernes. Los estudiantes de secundaria planean lo que beberán en la fiesta del sábado. Llevarán cervezas, tequila y quizá ron. Alardean de su experiencia como bebedores y se retan entre ellos, como si se tratara de un juego donde gana aquél capaz de beber más. Están seguros de que su juventud es una especie de escudo protector contra los daños físicos que ocasiona el alcohol. Creen que las consecuencias de tomar cuatro, cinco, ocho o más tragos las resentirán sólo al día siguiente con la resaca. Ni siquiera sospechan que el alcohol que consumen cada fin de semana deja una marca en su cuerpo y, en especial, en su cerebro.
Los cuatro estudiantes de secundaria forman parte de los 392 mil adolescentes, de entre 12 y 17 años, que tienen dependencia al alcohol; de ellos, 146 mil son mujeres, de acuerdo con cifras del Centro de Integración Juvenil (CIJ). Lo que más preocupa a especialistas es que la edad de inicio en el consumo de bebidas alcohólicas va a la baja: si hace 10 años comenzaban a beber entre los 16 y 18 años; ahora lo hacen a los 14 años. “Incluso, en las encuestas que hacemos hay quienes dicen que tomaron su primera copa entre los siete y los nueve años”, dice Jorge Villatoro Velásquez, investigador del Instituto Nacional de Psiquiatría y especialista en encuestas sobre adicciones.
Estas cifras, así como las evidencias científicas que muestran los daños que causa el alcohol en los cerebros jóvenes, tienen preocupados a investigadores y médicos, porque observan que en el país crece un ejército de adolescentes que no podrá desarrollar todas sus capacidades cerebrales por culpa del alcohol.
Los estudiantes de secundaria que ahora están en la fiesta de 15 años de su compañera de salón brindan sin disimulo. Chocan sus vasos con singular alegría. El etanol —sustancia responsable de causar la borrachera— llegará a su torrente sanguíneo entre 30 y 90 minutos después. Será entonces cuando comience a circular por todos sus órganos, incluido su cerebro. Un cerebro que está en la etapa de pleno ajuste y eso lo hace más vulnerable.


Cerebros alcoholizados

En un artículo reciente, publicado en National Geographic, el periodista David Dobbs definió el cerebro de los adolescentes como “una obra en construcción”. Y es verdad. El cerebro humano, de acuerdo con las investigaciones científicas, termina su desarrollo poco después de los 20 años.
En los años 90, los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos elaboraron los primeros estudios para conocer cómo funcionaban los cerebros de los adolescentes. Encontraron que entre los 12 y 25 años el cerebro sufre muchos ajustes.
El neurocientífico mexicano Ranulfo Romo lo explica así: “Durante la adolescencia, el cerebro tiene una inundación de hormonas; además cambia la forma de percibir, de aprender, así como de interpretar el mundo”.
Un cerebro en formación, como el de los adolescentes, expuesto al alcohol en forma excesiva y constante sufre alteraciones importantes, sobre todo en zonas cruciales para su vida futura. La ciencia lo ha comprobado.
Investigadores de la Universidad de San Diego, de la Universidad de Cincinnatti y la española Marta Torrens han practicado diversos experimentos para evaluar los daños del etanol en cerebros jóvenes.
Uno de los experimentos consistió en tomar imágenes de distintas áreas de los cerebros de jóvenes, 12 y 48 horas después de que bebieron varios tragos. Los científicos encontraron alteraciones en varias zonas cerebrales, en especial en la corteza prefrontal, un área vital porque ahí se realizan conexiones neuronales relacionadas con la atención, la concentración, la toma de decisiones, la acertividad y el control del impulso. 
“No importa que la concentración del etanol en la sangre haya disminuido, no importa que pasen 12 ó 48 horas después de que se consumió alcohol, las alteraciones permanecen”, explica la doctora Rosa Díaz Martínez, del Instituto Nacional de Psiquiatría.
Los adolescentes son impulsivos por naturaleza. La explosión de hormonas que hay en su cerebro y los reacomodos neuronales que presentan hacen que no midan el peligro, que no se tomen el tiempo suficiente para reflexionar sobre sus actos. Si a ello se le suma la acción del alcohol en la corteza prefrontal, el coctel puede ser fatal.
Y como muestra, Víctor Márquez Soto, director de tratamiento y rehabilitación de los Centros de Integración Juvenil, menciona la siguiente cifra: 23% de las muertes en los conductores intoxicados por alcohol ocurren entre jóvenes de entre 15 y 24 años de edad.
En el libro Los jóvenes y el alcohol en México, escrito por investigadores de los Centros de Integración Juvenil, se explica que los circuitos cerebrales implicados en la memoria “son más vulnerables al consumo del alcohol”.
Además, se documenta que el mayor daño cerebral se presenta después de consumir fuertes cantidades de alcohol durante cuatro días seguidos.
En la fiesta de 15 años, los estudiantes de secundaria se miran felices. El alcohol produce esa euforia, gracias a que reprime los mecanismos regulatorios en la subcorteza cerebral. Si continúan bebiendo, seguro que más de uno terminará en una silla, desguanzado, con una reducción en su agudeza visual, sin poder articular largas frases, sin controlar sus movimientos, sin poder mantenerse en equilibrio y con notoria desorientación.
La afectación en el área prefrontal, señala la doctora Díaz Martínez, también puede provocar un bajo rendimiento escolar, sexo inseguro (por la disminución en el control de impulsos) e incluso violencia.
Futuros marcados
En el Instituto Nacional de Psiquiatría, la doctora Rosa Díaz Martínez ha dedicado varios años a investigar los efectos del alcohol en el organismo. Su más reciente estudio lo hizo, junto con otros colegas, en estudiantes preparatorianos y universitarios. El objetivo fue conocer cuál es la relación entre el desempeño escolar y el consumo de alcohol. Los resultados no son alentadores.
“Encontramos que los bebedores excesivos —aquellos que beben más de lo debido y en forma recurrente— presentan un desempeño escolar bajo, tienen más días de ausencia a los planteles educativos, aumenta el número de materias reprobadas y la deserción escolar”, explica Díaz Martínez.
Lo más preocupante, agrega, es que el estudio mostró que 21% de la población estudiantil tiene consumos excesivos de alcohol y la mayoría comenzó a beber cuando tenía 14 años. Tomar los primeros tragos cuando aún se es niño o en la primera etapa de la adolescencia no sólo incrementa la posibilidad de daño en el cerebro y otros órganos, como el hígado y el intestino delgado. “Hay tres veces más probabilidades de que estos chicos desarrollen la dependencia al alcohol, que sean alcohólicos en su edad adulta”, alerta Díaz Martínez.
El cerebro tiene una característica que sigue maravillando a los especialistas. Cuando algunas neuronas fallan, existe la posibilidad de que otras se “especialicen” en el trabajo de sus compañeras y sustituyan a las que ya no funcionan. A esta capacidad se le conoce como “plasticidad neuronal”. Algunas de las alteraciones provocadas por el etanol, pueden desaparecer gracias a la “plastividad neuronal”. El problema —advierte la doctora Díaz Martínez— es que este mecanismo de “reparación del cerebro” deja de funcionar si se tiene un consumo de alcohol excesivo y frecuente. “Y el riesgo es mayor cuando se trata de cerebros jóvenes”, insiste.
Así que si un adolescente bebe en forma excesiva y continua es posible que su cerebro tenga una afectación de por vida en el área prefrontal. Si esto se traduce a la vida cotidiana, entonces este adolescente llegará a la etapa adulta con problemas congnitivos, de atención, concentración y memoria.
En el libro Los jóvenes y el alcohol en México también se alerta: “El alcohol causa daño irreversible a las neuronas, produciendo deterioro en las funciones superiores y un deterioro lento y gradual hasta llegar a cuadros clínicos de difícil control como: neuropatía periférica, produciendo alteraciones de sensibilidad que causan dolores muy intensos en diversas partes del cuerpo y disminución de la fuerza”.
El daño por el alcohol no es evidente en los primeros años de consumo, dice la doctora Díaz Martínez. En el México actual, estas afectaciones se observan en personas que tienen más de 35 o 40 años. En los próximos años es probable que los problemas físicos se observen en individuos más jóvenes, sobre todo si continúa a la baja la edad de inicio en el consumo del alcohol.
En la fiesta de 15 años, los cuatro estudiantes de secundaria se abrazan para mantener el equilibrio. Para ellos es muy divertido este juego de beberse al mundo. La ciencia alerta que, si continúan con este juego, su vida como adultos no será muy divertida.

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